Cuando Jessica Ramírez-Perea entró a un salón de primer grado hace casi 25 años, un mundo nuevo la esperaba.
Solo hablaba español. Se había mudado cientos de millas a Tucson desde su natal California, donde sus padres eran trabajadores agrícolas migrantes.
Lo que descubrió ese año escolar —mentores, apoyo, amistad, un amor por el aprendizaje— sentó las bases para su vida profesional como maestra, dice…